Última actualización desembre 9th, 2019 6:19 PM
“Alto soy de mirar a las palmeras”
El silbido de afirmación en la aldea – Miguel Hernández
La Palmera como especie, convive con nosotros desde tiempos inmemoriales. Ya en el primer siglo de nuestra era existía un lugar llamado Palmira y el propio rey Nabucodonosor la incluyó como elemento ornamental en sus jardines colgantes de Babilonia, según cuenta la tradición, como regalo para su esposa meda que añoraba los vergeles de su tierra.
En los últimos años, todas las variedades palmáceas han resistido el paso del tiempo, soportando sequías, Tsunamis y otras catástrofes naturales. De hecho, ellas nos enseñaron el valor del concepto de resilencia y su facultad para doblegarse y regresar después a su posición original, fortalecida por la experiencia. Sin embargo, esta especie vegetal tan ancestral y resistente está sucumbiendo a una plaga que ha diezmado notablemente su población y supervivencia. Estamos hablando de un coleóptero conocido en Cataluña como el “morrut de las palmeras”, el picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus Olivier).
Algunos científicos han publicado que con la madera de un solo árbol se pueden fabricar 1 millón de cerillas, pero que con el fuego de una sola cerilla se pueden quemar 1 millón de árboles; pues bien, este insecto es la cerilla.
Llegó hasta nuestras costas de tierras lejanas, Sudoeste asiático, Polinesia y se acomodó en nuestras sencillas vidas para convertirse en una especie invasora y voraz. En los tratados de antropología se ha hablado de los indeseables efectos de la globalización, y la exportación de plagas y enfermedades, como recientemente el virus del Zika, pero esto no ha disuadido a las grandes comercializadoras en su afán egoísta para conseguir beneficios económicos a cualquier precio.
Primeros estragos de la plaga
La plaga se detectó por primera vez en 1993 en la comunidad valenciana, 23 años después sigue siendo una amenaza latente que ha arruinado la vida de miles de palmáceas en toda nuestra geografía. Al principio no se le dio mucha importancia, cuatro casos aislados que solo afectaban a la palmera canaria (Phoenix canariensis) y también a la datilera (Phoenix dactylifera). Pero en poco tiempo, se detectaron diferentes afecciones en una de las reservas naturales de palmeras de Europa, en Elche, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Los efectos que produce en las palmeras son el amarilleamiento y marchitamiento de las hojas, hasta su muerte. El principal problema es que la plaga no se aprecia desde el exterior, por lo que en el momento en que se detecta, la planta está ya muy afectada El insecto puede caminar o volar grandes distancias atraídos por su fino olfato hasta otras víctimas que colonizar. Un verdadero desastre ecológico si tenemos en cuenta el tiempo en que tarda en desarrollarse una palmera (varios cientos de años) y la rapidez con que se reproducen las larvas del coleóptero y la eclosión de sus huevos (unos 400 por hembra), y todo ello arropado por las elevadas temperaturas que estamos sufriendo estos últimos años.
Estamentos públicos
El Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, en su área especializada de Sanidad vegetal ha publicado reiteradamente en el gencat.cat diversos datos sobre el avance de esta epidemia, los estragos que ya ha producido y los medios de que disponemos para combatirla.
Se han creado por consiguiente varios protocolos de medidas fitosanitarias preventivas (endoterapia vegetal) y combativas (aplicaciones de insecticidas), pero los resultados obtenidos no han sido todo lo eficaces que se hubiera deseado y los recursos, económicamente caros, el coste del tratamiento por palmera y año asciende como mínimo a unos 250 euros. Las palmeras importadas deben desde 2005 ir acompañadas de un pasaporte especial de la UE que atestigüe que no oculta ninguna plaga.
La gran mayoría de los jardines catalanes, y muy especialmente los asomados a la primera línea mediterránea poseen, en su diseño, una o varias palmeras. Una vez que la plaga ya ha invadido la planta, lo más recomendable sería eliminarla cuanto antes, pero para ello muchas veces se deben contratar los servicios de un técnico en arboricultura, una grúa y un camión, y todo ello tiene un precio, que no es económico. Este es uno de los principales motivos por los que no se elimina la planta afectada con toda la premura que se precisa y ello favorece la germinación del parásito.
¿Qué es lo que podemos hacer cada uno de nosotros?
Es importante que seamos grandes observadores y denunciemos los nuevos focos de infección a los estamentos públicos que lo controlan, el propio GENCAT Tel: 112 [Sanitat Vegetal: 93 409 20 90] o a través de los formularios online disponibles en gencat.cat.
La preservación de la naturaleza es una responsabilidad de todos.
Maestro Jardinero
El tiempo en Sitges
|